lunes, 17 de diciembre de 2007

La última romería del año

ASI SE CULTIVAN NUESTRAS COSTUMBRES CON LOS NIÑOS, NUESTRO FUTURO

Fue la guinda a las fiestas patronales. Y a fe que fue un colofón de oro. La romería celebrada ayer en el pequeño y acogedor pueblo de Santa Lucía de Tirajana desbordó todas las previsiones al cobijar, en medio de su jarana, a cerca de 25.000 personas, según el cálculo facilitado por la Policía Local a Francisco González, el presidente de la comisión de fiestas y concejal de la zona alta del municipio que, en vista de semejante éxito, se vio obligado a adelantar la celebración de la macrodiscoteca prevista en el programa de los fastos más allá de las cuatro de la tarde.El casco tiene un censo de 950 habitantes. Ayer quedó pulverizado por obra y gracia de un evento que, aunque apenas tiene de por sí una pequeña distancia de 600 metros, la que existe entre la iglesia y la plaza del Paradero, no pasó indiferente para media isla. Acompañados por los sones -y los rones- de la tierra y pasada la una de la tarde, una veintena de carretas acompañaron en su multitudinario periplo a la Virgen del Rosario, portada sobre una carreta tirada por dos lustrosos bueyes. Tras la misa canaria interpretada por el grupo Ibaraden, la nota exótica la puso el grupo de chácaras, tambores y bailarines de El Pinar, en El Hierro, que hizo más llamativa la marcha. Eran las cuatro de la tarde y la jarana seguía con la GC-65 anegada de gente y un sarao que, en palabras de García, iba a echar el cerrojo muchas horas después, en torno a las nueve de la noche.IMPACTANTE. El responsable de la comisión organizadora no dejaba de subrayar el descomunal poder de convocatoria del acto "a pesar de la ubicación del pueblo y las curvas que tiene la carretera de Los Cuchillos", mientras de fondo la música seguía invitando a una jarana sana, sin incidentes y en la que también colaboró de manera reseñable la empresa de transportes Global al disponer un servicio especial de guaguas entre Vecindario y el casco.El tipismo y la canariedad dieron paso con las horas a la tradicional verbena, con lo que concluyó la épica jornada en la que el Sureste tuvo no ya sólo una macrodiscoteca, sino una macrorromería en toda regla.

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